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lunes, 27 de diciembre de 2010

Tenemos un rumbo

 
Distribución de la riqueza


“Ni los grandes monopolios industriales y agropecuarios ni los beneficiarios del saqueo de las privatizaciones fueron tocados en la médula de sus intereses. El modelo productivo depredador de los recursos naturales y la matriz de distribución de la riqueza permanecen intactos”, reza textualmente la Declaración de Buenos Aires aprobada por el Octavo Congreso Nacional de Delegados de la CTA el 4 y 5 de diciembre de 2007 en el Hotel Bauen. La cita tiene una innegable vigencia en vísperas de este Año Nuevo.
El poder –amplificado por los grandes medios de comunicación- reproduce a diario falsas polarizaciones que contribuyen a sumar confusión a la desorientación reinante, desvían la mirada hacia cuestiones secundarias y escamotean el debate de la contradicción principal que, hoy como ayer, sigue siendo Liberación o Dependencia.
Existe la convicción de que va siendo hora de tomar nota acerca de los límites cada vez más visibles de la democracia liberal excluyente para avanzar hacia otra, plebiscitaria y plena de protagonismo popular.
Esas disyuntivas tramposas no dan cuenta de la concepción fundamental de la dialéctica, en el sentido de que en la naturaleza todo está en un constante estado de cambio, que este cambio se produce a través de una serie de contradicciones y que es imperioso distinguir correctamente aquellas de tipo secundarias de la principal.
Las organizaciones populares y el conjunto de la militancia están atravesados por falsas opciones que eluden la discusión de fondo para resolver los problemas que aquejan a nuestro pueblo y sojuzgan a la Nación: el hambre, la pobreza, el salario, la inflación, la precarización laboral, la deuda externa, la crisis sanitaria, el dominio de nuestros recursos naturales.
Permanecer enredados en el laberinto impuesto por la agenda mediática del poder, retrasa la unidad del campo popular e impide evaluar con claridad las sendas que conduzcan hacia la segunda emancipación de América Latina.
El análisis binario de la realidad es funcional al ideario gatopardista que campea desde el inicio de la transición democrática. “Cambiar algo para que nada cambie”, he allí la viga maestra en la construcción de un relato posibilista y de resignación, que hace del doble discurso el pan nuestro de cada día.
El 9 de julio de 1947 el presidente Juan Domingo Perón declaró en San Miguel de Tucumán la Independencia Económica. Tres días antes, afirmó que el coloniaje económico importa el vasallaje político y que el imperialismo capitalista interfiere la vida de los pueblos en su desmedido afán de lucro, dos verdades que aún tienen plena vigencia. Para convertir en realidad esos principios, su gobierno nacionalizó los servicios públicos y el comercio exterior, al mismo tiempo que repatrió la deuda externa e industrializó la economía.
“La Nación alcanza su libertad económica para quedar, en consecuencia, de hecho y de derecho, con el amplio y pleno poder de darse las formas que exijan la justicia y la economía universal en defensa de la solidaridad humana”, asevera el Preámbulo del Acta de la Independencia Económica.
Si los que decidimos somos nosotros y no dejamos que otros lo hagan en nuestro nombre, vamos donde queremos ir porque tenemos claro el rumbo; y nada ni nadie nos desviará de ese camino que no es otro que el de bregar por la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.

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